Una vida en piloto automático

La repercusión que un régimen político tiene en nuestras vidas no implica únicamente repercusiones políticas, sino que también repercute en lo moral, en lo cultural y en la forma de estar en el mundo, y de relacionarse tanto con el resto de personas, como con los elementos. 

¿A qué se debe esta falta de decisión, de gobierno, de reacción, ante un problema tan repentino y tan apremiante como es la catástrofe a causa de las riadas provocadas por la DANA, en diversos puntos de la geografía española, y principalmente de la provincia de Valencia? Las autoridades ni reaccionan a tiempo ante las alertas meteorológicas, ni están reaccionando bien ante las alertas ciudadanas. Las instituciones están en piloto automático. En realidad no hay nadie al mando del gobierno.

Miles de personas luchando por su existencia mientras las instituciones no daban señales de vida. A media noche un tuit de La Moncloa anunciaba un gabinete de crisis, sin saber nada más. Los servicios salen, por inercia, por automatismo, pero sin el latigazo y dirección que un buen conductor debe darles para imprimir y habilitar un servicio más efectivo para esta excepcional situación.

Como en la película de Click, protagonizada por Adam Sandler, da la sensación de que los organismos e instituciones españoles funcionan en piloto automático. La clase política ha dejado a la administración que funcione sola.

¿Pero ellos qué? Ellos qué hacen, ¿no gobiernan lo público? Al igual que la pasada noche, cuando Xabier Fortes, de la televisión pública, es decir, del gobierno, estaba más preocupado en defender al presidente, y a su cónyuge, de la corrupción, que en dar visibilidad al problema de las millones de almas que por España vivían un temporal excepcional que estaba causando en su tierra verdaderos estragos, los políticos están más preocupados por gobernar sus intereses privados: la corrupción.

Cuando los políticos utilizan su posición para sus intereses privados, es corrupción. Y no es una corrupción simplemente sistemática, concomitante con el gobierno de lo público, sino que además de sistemática es una corrupción sistémica, que anula el propio gobierno de lo público, ya que la corrupción es absolutamente consustancial al sistema. Corrupción y sistema se convierten exactamente en lo mismo.

No es que se gobierna lo público y como pasan por allí se aprovechan para enriquecerse, sino que la actividad política de esta partidocracia está plenamente enfocada en el enriquecimiento a través de las instituciones, sin dar lugar ya al gobierno de lo público, de manera que, ya que la administración se caracteriza por poder funcionar automáticamente, como un cuerpo jerárquico legal-racional, se dedican a sus intereses privados.

España más o menos gestiona administrativamente la rutina, pero no es capaz de gobernar lo público y dirigir lo excepcional.

Y este habitus estatal, como lluvia fina genera un habitus social de automatismo. Al igual que las instituciones están en modo automático, buena parte de la población, como si formase parte de ese cuerpo jerárquico, lo que indica el carácter totalitario del régimen español, no atiende a las alertas meteorológicas, ni a la evidencia de calles ya inundadas, de los vientos

huracanados, o de las lluvias torrenciales, y van a sus trabajos o llevan a los niños al colegio como si de un día normal se tratase. 

Los gobernados son más que un reflejo del Estado español, y demuestran en muchas ocasiones no tener la capacidad de dirigir su vida más allá de la rutina del Bienestar que les procura el Estado, aunque la desarrollen en su vida privada, desde un punto de vista laboral, lúdico, doméstico, etc.

La repercusión que un régimen político tiene en nuestras vidas no implica únicamente repercusiones políticas, sino que también repercute en lo moral, en lo cultural y en la forma de estar en el mundo, y de relacionarse tanto con el resto de personas, como con los elementos. 

Un régimen nefasto produce una sociedad con una buena parte de individuos ineptos.

Iván Ábalos

Me presento como un Rebelde con Causa. Con rebeldía proactiva en vez de la rebeldía reactiva del activismo. Con unos ideales que tienen el objetivo de cambiar sustancialmente la relación entre gobernantes y gobernados. Mi causa se llama Libertad Política Colectiva.

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